En la actualidad la disgregación y uniones es moneda corriente en el sistema capitalista
Ha sido una noche larga en Crimea. Noche de celebraciones y fervor prorruso tras el referéndum. De euforia en las calles de Sebastopol, donde Rusia tiene su flota del mar Negro, y en las de la capital, Simferópol. "Es momento para la alegría, volvemos a casa", dicen algunos ciudadanos. Ha habido fiesta y lágrimas, como las de un soldado situado detrás del primer ministro crimeo. La Comisión electoral confirma el aplastante resultado: con una participación del 83% 96,7% de los votos está a favor de unirse a Rusia. El Parlamento de Crimea se ha dado prisa: ya ha declarado la independencia, ha pedido su anexión a Rusia y ha tomado el rublo como su moneda oficial. Un giro que los tártaros reciben con preocupación con el fantasma de la deportación que sufrieron en tiempos de Stalin. Algunas voces recuerdan que el referéndum se ha producido con tropas rusas no idenficadas en las calles y sin observadores independientes. Las miradas se dirigen ahora también al Este de Ucrania, de mayoría prorrusa ante el temor de un efecto contagio. En Donetsk, los manifestantes prorrusos -banderas en mano- han tomado edificios oficiales y se han enfrentado a la policía. Desde Kiev se repite que el referéndum ilegal. Para el primer ministro ucraniano todo ha sido un circo... con consecuencias aún imprevisibles.